A principios del siglo XX, Mary Mallon emigró a Nueva York desde Irlanda con quince años. Valiente, testaruda y con el sueño de ser cocinera, luchó para llegar a serlo desde los puestos más bajos del servicio doméstico. Descubrió que era una gran chef y pronto la aristocracia neoyorquina empezó a pelearse por sus servicios, lo que le dio una rara independencia para la época. Parecía que podría cumplir su sueño. Pero empezó a dejar un reguero de enfermos de tifus a su paso y fue identificada como portadora asintomática por los investigadores, que la pusieron en busca y captura.
La llamaron Mary la Tifoidea. Decían que transmitía el tifus de sus manos a la comida de aquellos a los que servía. Decían que ella lo sabía. Pero Mary no estaba enferma. Ella no había hecho nada malo.